Desarrollado en la residencia curatorial Rara Residencia en Villanueva del Rosario (mayo 2025), Málaga y mostrado en la exposición RARA celebrada en La Térmica, Málaga del 17 de julio al 5 de octubre de 2025.
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Del bracete. La locución adverbial coloquial ir del bracete es según el Diccionario de la Real Academia Española: con el brazo asido al de otra persona. Al sustantivo brazo se le incorpora el sufijo hipocorístico ete, utilizado para hacer diminutivos y formas cariñosas. En este caso, nos interesa la acción de tomar del brazo a otra persona de forma afectuosa con la intención de propiciar el posterior acto del cortejo. Se dice que antiguamente las mocitas, es decir, las jóvenes solteras, paseaban del brazo unas con otras a modo de acto de presentación frente a los mocitos. Antes de nada, debemos apuntar que por “paseo”, se entendía a una acción que poco tiene que ver con su acepción más común hoy, vinculada al acto de caminar con el fin salir, despejarse, conectar con el entorno o la naturaleza o como método de ejercicio, sino que tenía una finalidad específica. Estos “paseos” estaban delimitados tanto en el tiempo, como en el espacio y la forma. Como indica Francisco J. Álvarez Curriel en su estudio:«la tarde del sábado, mediodía, tarde y noche del domingo, amén de los festivos en los que el horario y los recorridos se hacían más largos y tolerantes […] los espacios y recorridos estaban regulados y debían ser respetados por todos». Asimismo, una fecha clave eran los 7 de octubre, día en el que se celebra la fiesta en honor a la Virgen del Rosario.
Ir del bracete, no solamente consistía en coger del brazo (siempre a una mujer, ya que no es algo que hicieran los hombres), sino que se tenía una manera de hacer específica y contenía unos códigos. Las mocitas se disponían en “ristra”, una especie de cadeneta y, en los extremos se situaban aquellas que querían ser pretendidas. De esta manera, los mocitos podrían acercarse por los laterales y hablar con ellas. Además de ir agarradas, debían ir a un ritmo, con una cadencia marcada y mostrando su intención. A todo ello, se le añadía el atuendo, pensado, cuidado y a la moda. Importante era resaltar ciertas partes del cuerpo, como la cintura y por ende, las caderas símbolo de fertilidad. Estas “ristras” podían llegar a estar formadas hasta por ocho o más mujeres y, en el caso de ser dos (el mínimo), la duración no podía ser muy prolongada. Lo que sí era un despropósito era tratar de pasear sola, al igual que hacer muchas otras cosas de forma individual y sin la compañía y, a veces, sin el consentimiento de un hombre. En estos casos esas mujeres eran tildadas con los adjetivos más denigrantes. Así como, si una mocita no seguía las normas del “paseo” se exponía a las habladurías o incluso a ser castigada por la familia.
No obstante, el hecho de tomar, asir, coger o agarrar del brazo a otra mujer implicaba no solo seguridad a la hora de enfrentarse a ese pavoneo, sino también unión y protección entre ellas. Este último aspecto es el que queremos resaltar: aunque se tratara de una acción contenida para la mujer en un contexto marcado por la represión, ese apoyo y vínculo entre ellas fue una realidad, queda reflejado en las imágenes y es algo que queremos reivindicar. Esta costumbre de “los paseos”, como señalaba Paco, se ha perdido en el pueblo (cuyo fin era, en ocasiones, conseguir un mocito), pero no así el gesto de ir del brazo, de la mano, acompañadas, unidas. Ese gesto persiste y se hace evidente en los pasos que se han dado en lo relativo a los derechos y posibilidades de la mujer en el último y en el presente siglo. En este sentido, la serie de obras Del bracete refleja lo expresado de principio a fin, tanto en la técnica utilizada como en la forma en que se presenta.
Para ello, las artistas Charo Costa (Zaragoza, 1964 ) y Ana Daganzo (Madrid, 1992) han hecho uso de la cianotipia: una técnica fotográfica monocroma inventada a mediados del siglo XIX que permite obtener negativos a partir de una emulsión química expuesta a la luz. El uso de un procedimiento del pasado resulta fundamental, dado que precisamente se trabaja sobre ese pasado. Sin embargo, las imágenes han sido intervenidas y modificadas, tanto en su forma como mediante la inclusión de elementos que buscan traer esa temática al presente y proyectarla hacia un futuro deseado. Asimismo, el soporte elegido es el papel, un material con una larga trayectoria histórica que ha sido roto, rasgado y recompuesto a modo de collage, generando una nueva propuesta con el propósito simbólico de “unir”, como el propio gesto “del bracete”. La elección de materiales sostenibles no es casual: responde a una conciencia ecológica que se entrelaza con los avances sociales y se presenta como una declaración de intenciones coherente con el proyecto. Por otro lado, la forma de presentación —mediante piezas superpuestas— constituye una manera de abordar las distintas épocas, los cambios producidos y los saltos generacionales.
Así pues, este proyecto, titulado El que pierde la memoria del pasado, no tiene futuro, busca deshacer la “cadeneta” de las imposiciones y poner en valor una de las costumbres más arraigadas en los entornos rurales, reivindicando y honrando a las mujeres que la protagonizaron. Y, al mismo tiempo, propone caminar juntas, con todo lo que ello implica: del bracete, con capacidad de elección, con conciencia y sin miedo.
Comisaria: Dra. Alejandra Rodríguez Cunchillos
Artistas: Ana Daganzo y Charo Costa.